De querer ser moderno, digo. Es tan cansado que yo ya he desistido. De hecho desistí hace tiempo. Lo que pasa es que he intentado disimular, pero de eso también me he cansado. Ahí van algunos ejemplos:
Con la música: Hay que estar al tanto de las novedades discográficas que no salen en la tele, ni el la radio, ni en el EP3. Estar suscrito a dos o tres blogs sobre lanzamientos discográficos que serán “la revélation de l’anné” (por favor! Que si no lees
jenesaispop no eres nadie) . A ser posible, alguno de ellos que no esté ni en español ni en inglés. Escuchar, antes que nadie, el último single pirata del grupo experimental que han formado Peter Strouch, batería de los Peritonneal Mythkillers (que lo que realmente hace bien es programar sintetizadores), Graham Carrick, guitarrista de los Satisfied Stomachs (que lo que le mola es hacer rimas) y Keith Johnson, cantante de los My Idyosincrasic Motherlanguage. Y encima, luego tienes que hacer una entrada en tu blog, para que todo el mundo se entere de cuán a la última estás (de hecho, recibes un mensaje del tal Keith, que, en realidad se llama Paco y es de Leganés, para decirte que ese proyecto al final se ha quedado en eso, en proyecto, porque el batería se empeñaba en revisitar los sonidos post-glam rock de los 49 Monkeys in an Elevator, y eso, claro, no era lo hablado).
También está eso de decir que The Spinto Band se han quedado en promesa o que vaya traición la de Dover con lo de pasarse a la música electrónica (cuando hace tres años había que decir que eran unos insulsos porque no habían inventado nada y que el rock que hacían era… bueno, ni me acuerdo de lo que era).
En cine, ni hablamos. Ir de festival en festival, viendo pelis checas con subtítulos en inglés y traducción simultánea con la misma voz de señora resacosa en español (no sólo es verídico sino que también es real); leyendo cahiers du cinema en Internet. Hablar pestes de American Pie (aunque cada vez que te acuerdas de un chiste te rías) o poner a caer de un burro a Eddie Murphy. Y encima tener que decir que Kiarostami es un poeta o que Terrence Malick (se llama así, ¿no?) hace una obra maestra cada 30 años. Es muy cansado.
Lo de la tele, es fácil, la verdad. Consiste en ver toda la basura muy indignado, con cara de huele-caca-en-un-palito, y luego decir que son programas repugnantes, que la 2 es lo que mola e, incluso, que punset es tu ídolo.
Y luego está el rollo de la moda. Puuuffffff. Eso sí que es cansado. Ahí reconozco que (casi) nunca lo he intentado. Ya conté una vez, para risas generales del público, la obsesión que una vez tuve por los pantalones con peto (a dios gracias nunca materializada). Pero fuera de eso. Casi nada. Pero no me digan que no es cansado conocer marcas y diseñadores de los que casi nadie ha oído hablar pero que en Berlín causan furor, y ya de paso escribir que Gunther Straussbergmanhoffer no ha vuelto a sacar una línea de americanas de un solo botón medianamente decentes desde la colección otoño-invierno de 2003, por decir alguna. O tener que comprar vaqueros que valen más que una cena para dos personas en La Broche o en Santceloni, con un vino de los buenos.
Porque esa es otra. Lo de la comida y la bebida. Que un moderno no puede ir a cualquier sitio, ni puede beber cualquier cosa. No. Tiene que ir sitios con carta y sommelier de aguas minerales (¿¡de aguas minerales!?). No pueden pedir un ribera del duero normalito. No. Tienen que coger la carta de vino y empeñarse en hablar de, al menos, cuatro o cinco marcas absolutamente desconocidas con frases del tipo “este duruelus Syrah del 99 es un buen vino, la lástima es que el pago del abate del convento de san Lorenzo en cuaresma cabernet-merlot cosecha especial del 2001 se haya agotado. Ibais a ver lo que es un buen caldo”. Que esa es otra. Caldo. Por favor! Para caldo el de starlux (o el aneto, que si lo toma anne igartiburu no puede ser malo). Y todo para acabar pidiendo un rioja ni muy caro ni muy barato, con una frase tipo “barón del percebe. Un clásico, un acierto seguro. Pediría otro más osado pero no sé si os gustaría”. No me digan que no estresa tener que decir cuatro chorradas, diferentes cada vez, para (1) justificar lo de pedir un vino normalito pero (2) parecer que se ha probado hasta un vega sicilia edición especial de 1962.
Pues sí, me he cansado de todo eso.
Me gusta la música moderna. Incluso descubrir alguna cosa de vez en cuando. Pero siempre vuelvo a lo mismo. De hecho soy un fan de las versiones. Las colecciono (aunque esto da para otra entrada). Vale que me bajo cosas nuevas pero cuando por fin lo oigo y asimilo, pongamos por caso, que me gusta micah p. (léase máicapi) hinson resulta que se ha pasado de moda y ahora quien lo peta es Anthony el-falete-de-brooklyn and the Johnson. Incluso una vez mentí en mi anterior al anterior trabajo para ir a un concierto de norah jones. Pero tampoco le hago ascos a otras cosas. Incuso Radiohead. Y, por cierto, a mí me gusta la última canción de Dover.
Del cine, he decidido reconocer mi debilidad por la comedia fácil americana. Cuando se ponen son los reyes. Lo siento. Ah! No resisto el cine asiático, me aburre kurosawa y jamás he visto una peli entera de Mosén Macmalbaf (o como se diga). Eso sí, el señor Allen ha vuelto a hacerlo. Vayan a ver scoop y se reirán un rato (una perla: “yo nací en la religión israelita pero me convertí al hedonismo”).
En la tele, a lo largo de este blog tienen cumplidas referencias de mis gustos. Ahí lo dejo. Y, por cierto, seguramente soy uno de los culpables del ERE de la 2. No la veo. Y me gusta una serie de un patán gordo repartidor de correo que ponen en la Sexta. Lo sé. No es moderno pero me gusta.
De lo de comer, pues soy un buen tripero sí, pero también ratilla y acabo siempre en los mismos sitios. Haciendo un exceso de vez en cuando y pidiendo vino (entonces paso de jugármela, vamos a lo conocido que cualquiera se gasta 25 euros a ver qué tal está). Y, de vez en cuando, la whopper no tiene rival (o la maligna hamburguesa XXL, esa que se ha puesto de moda).
De la ropa, sólo les diré una cosa. Hace años que no voy a zara ni a disfrazarme (ya no me cabe la ropa, en honor a la verdad); compro cada 4 años, cuando no me queda más remedio y procuro que sea todo en una o dos tiendas como mucho. Para mí el mercado de Fuencarral o el Xanadú, por poner dos ejemplos opuestos, son lo más parecido al infierno.
Buenos días y feliz semana.