jueves, 3 de mayo de 2007

Crédito

Seguro que alguna vez les has pasado eso de llegar al mostrador de recepción de uno de esos edificios de oficinas enormes y que una señora, cuyo pelo ha estado teñido durante las últimas dos décadas y media, les pida, sin ni siquiera mirarles a los ojos, el dni y les pregunte, casi escupa, eso de “¿de qué empresa viene?” o lo de “¿a dónde va?” molestas, casi ofendidas, porque alguien ose dirigirse a ellas.

No se engañen, esas señoras no les hablan así por casualidad sino porque creen que aún les queda crédito para hacerlo. El crédito que les dio ser, en algún momento de alguna glaciación anterior, lo más en (rancia) belleza patria, sin importar otros talentos.

Como esas imágenes de las azafatas de Iberia de los 60, algunas de las cuales todavía pueden verse en algunas rutas nacionales conservando los aires y modos de quien fue, un día, mito sexual de una trupe de españolitos que se creían ejecutivos y volaban en el recién estrenado puente aéreo.

Esas mujeres, cuyo único crédito para tratar así al resto de la humanidad es un pasado de belleza pasada o de cierto atractivo, igualmente pasado, ignoran que el saldo de su crédito está a cero desde hace tiempo y, aún así, continúan extendiendo cheques de mal rollo y peores formas que sus cuerpos ya no pueden pagar.

Esto del crédito es algo difícil de asumir porque, al igual que en otras cosas, no todos tenemos el mismo crédito ni todos los créditos duran igual ni valen lo mismo.

Los que nacen bajos o gordos o feos tienen un crédito muy limitado y tienen que invertir en otros valores diferentes para suplir su déficit con otros activos. La simpatía, el humor, tocar la flauta o apuntarse a un gimnasio, lo que sea para tratar de sobrevivir en la economía de este mercado. Otros, los que nacen con todo eso junto, no les queda otra que abrir un blog, cambiarse el nombre y hacerse llamar Doctor. Y ni así. Pobres.

Siempre habrá, eso sí, gente que siga viviendo toda su vida de un crédito tan efímero, incluso años después de que desaparezca. Sin ser conscientes (o tal vez sin querer darse cuenta) de que nada, ni siquiera la jenka (por más que dijeran que era el baile de moda en los cuarenta y ahora en los ochenta enrolla mucho más) dura para siempre. Y sin embargo, algunas siguen creyendo que son las reinas del instituto (bueno, eso en el caso de que llegaran tan lejos en su educación).

Porque ese es el problema: cuando se acaba el crédito. Como ir a un cajero y que te diga que has excedido tu límite o ir marcar con el móvil y que oír una voz metálica recordándote que tu crédito se ha agotado (hay que ver los crueles que son esos ingenios del demonio). Mientras tenemos crédito podemos hacer lo que nos dé la gana. Reírnos de los patéticos moscones de discoteca, colarnos en el supermercado, regalar una flor a una desconocida. Pero cuando se acaba, es mejor asumirlo y buscar algo nuevo en lo que invertir nuestros doblones.

No hay nada más patético que ir a una reunión de antiguos-lo-que-sea y ver cómo la gente trata de comportarse como solía en una especie de día de la marmota grotesco. Sobre todo porque, habitualmente los otrora guapos ahora están más calvos y/o gordos y las anteriormente-conocidas-como las buenorras tienen, como me dijo el otro día una amiga, sus encantos unos cuantos centímetros por debajo de donde habían estado.

Hay algunos que, hartos de ser pobres, de ser los que se quedan fuera en las fiestas, deciden asaltar un banco y se operan. O van a cambio radical. Pero ya se sabe, en el caso de que no te pillen, tienes que pasarte el resto de tu vida disimulando y aparentando ser lo que no eres (y ya se sabe lo que hacen las costuras a quien no está acostumbrado). Miren al Dioni.

Lo bueno de no tener tanto es que, con el tiempo, sólo se puede mejorar, en lo que yo llamo la justa redistribución de la riqueza (al final, todos calvos, que diría mi abuelo).

Así que, ya saben, paciencia si disponen de algo de este crédito del que les hablo, no lo malgasten y, sobre todo, cuando se queden sin él no actúen como si aún fuesen multimillonarios. Mantengan la dignidad.

14 comentarios:

Veva dijo...

plas, plas plas! Hoy tienes el día sembrao! No se en que peli la hermana guapa le dice a la fea algo asi como "no sabes lo terrible que es que hace unos años todos los hombres se volviesen a mirarme cuando entraba en un sitio y poco a poco hayan dejado de mirarme hasta llegar a ser invisible" Que se joroben los de la visa oro!

Gata Vagabunda dijo...

Ostras, qué post tan desolador... Bueno, yo hace tiempo que invertí mi crédito en latas de sardinas, por si en los contenedores un día dejan de tirar la basura (que los recursos del Callejón no son infinitos, hay que rentabilizarlos)

· · Yhebra · · dijo...

Está bien ser guapo, pero es cierto que, excepto en casos muy contados, eso se pasa. Y sí, debe ser un auténtico trauma... para ellos, je je. Me apunto al club de defensores de la justa redistribución de la riqueza.

(Y sí, doctor, le aplaudo: le ha quedado bordado el texto).

Colette dijo...

Para mi el crédito de las personas lo otorga su forma de asumir quiénes son. Llevar la guapura con elegancia y la no-tan-guapura con gracia. Eso es lo importante, y el/la que no sabe hacerlo, siempre merecerá de mis ojos una mirada de conmiseración, nunca de admiración.

¿De qué sirve la belleza vacía? A mi no me sirve de nada. Puro corcho.

Estoy de acuerdo doc, está usté sembrao.

Anónimo dijo...

De tus mejores entradas, muy buena.

Lo he leído y me he sentido acojonado. Yo que era todo un sex symbol en la resi...

Anónimo dijo...

Con entradas como estas su crédito aumenta Dr.Besos

Pierre Nodoyuna dijo...

Vaya, Colette, que me ha quitado usted las palabras de la boca...

doctor, ha visto Beautiful Girls ultimamente?

Anónimo dijo...

ay doctor, no sabe como "en llegando" a cierta edad reconforta "un poquito de" redistribución.

Anónimo dijo...

Además, lo que está claro es que la belleza no es una carta libre para la mala leche, o el desprecio. Y lo que viene después es una versión aún más triste del "usted no sabe con quién está hablando"...

Anónimo dijo...

que digo yo que la mala educación no distingue de belleza y al resto de la gente se la trata con respeto aunque sea un bellesón, bellesón, hombre ya!

Anónimo dijo...

me viene a la cabeza gente que no es guapa, que -casi seguro- tampoco lo ha sido en el pasado, pero es una borde... de dónde han sacado el crédito? la mala educación les viene de serie, supongo...

Lola Steiner dijo...

Independientemente del tema crédito, dado que estoy de resaca,y por responder a la estimada dottoressa:
"el número de gilipollas de este mundo tiende a infinito".
No se lo dice su doctor, pero ha quedado tipo frase lapidaria, ¿eh?

CHAVETAS dijo...

Me gustó mucho la entrada pero la vorágine no me había dejado comentar todavía.
Que me pasa Doctor? 24 horas al día Chavetas, ¿qué me tomo?
besos

Dr. Malcolm dijo...

con un poco de retraso, gracias a todos y todas por los halagos, comentarios, y tal.

es verdad que hay groseros de todo pelo y condición e, incluso, que su número tiende a crecer indefinidamente.

Chavetas, tómese una tila y que sea lo que dios quiera. Ya queda menos!!!