jueves, 30 de marzo de 2006

Glenn Gould


Para el peric, con mucho cariño.
El de la foto es Glenn Gould en 1955, a los 23 añitos. En los inicios de su carrera de fama mundial. Cuando se tomó nadie lo sabía, pero esa foto está hecha casi en el ecuador de su vida (nació en 1931 y moriría en 1950, a los 50 años, de una embolia cerebral). Ese año, grabó para Columbia su primer disco. Las variaciones Goldberg, de J.S. Bach. Eso cambió su vida y la suerte de Columbia Classics, entonces casi a punto de cerrar (a pesar de que no había ni topmanta ni emule ni nada de eso, solo el jazz y un incipiente rock'n'roll).
Cuando pensé en escribir esta entrada tenía la intención de resumirles (citando la fuente, por supuesto) este artículo (en inglés y un poco largo) sobre esa primera grabación. Las variaciones Goldberg, de J.S. Bach. Pero no, prefiero que lo lean, si es que les interesa y si no, así no les castigo con pedanterías y pueden dejar de leer. La salida, por aquí. Para los que aún aguanten, sigo.
De la existencia de Glenn Gould no supe nada hasta hace unos años, aunque para entonces este pianista canadiense ya llevaba muerto unos añitos. Me lo presentó Julio, a quien va dedicada esta entrada, quien me dejó la primera parte del Clave Bien Temperado, también de Bach. Gracias.
Para los canadienses es una gloria nacional y tiene sitios de honor en la Biblioteca Nacional de Canada y en la CBC. Sin embargo, en el resto del mundo, este pianista que, en mi modesta opinión, tocaba como los ángeles, despertaba pasiones y odios por igual entre el público, la crítica y sus propios compañeros. La gente opina que era un excéntrico y probablemente lo fuese. Hay quien sostiene que tenía algún grado de autismo. Otros, que era un genio. No se pierdan la parte del artículo que les he dejado donde se cuenta cómo llegaba al estudio a grabar y, antes de empezar, metía los brazos, desde el codo a la mano, en agua caliente. Antes de reirse, prueben a atarse los zapatos con las manos frías. Pues imaginen tocar el piano.
La silla de la foto, por ejemplo, no es cualquier silla. Era SU silla. la llevaba allí donde tocase. Quedaba un poco ridículo verle ahí sentado, tan bajito. Eso le hacía tener un movimiento de brazos característico.
Las sesiones de grabación de Gould eran una pesadilla para los técnicos. La razón es que el tipo cantaba. Sí, como lo oyen. Cantaba mientras tocaba el piano. Tarareaba la melodía, seguía una de las voces en una fuga. Escuchen algún disco suyo y verán lo que les digo.
Yo encuentro que todas esas cosas tienen su encanto. Es claro que son propias de alguien poco normal, excepcional en algún sentido.
De las variaciones Goldberg, Gould grabó dos versiones. Esa primera de 1955 y otra de 1981. La primera no me gusta demasiado. Cuando se oye se tiene la impresión de que estaba diciendo "aquí estoy yo. Soy el pianista más rápido al sur del lago Ontario". Un poco como la pose de la foto. Después, en 1981, volvió al mismo estudio que en 1955 para grabar lo mismo. Esta vez, sin nada por demostrar, dejó una interpretación más pausada, con sentimiento (y eso que es Bach!, dirán algunos). Mi favorita. Ese disco ganó dos grammys en 1982.
En el ordenador del trabajo, cuya capacidad del disco duro está limitada con la finalidad (confesada) de que trabajemos en red pero (inconfesable) de que no se llene de mp3 y cosas así, tengo guardada la versión de 1981 (en realidad la remasterizada por Sony en 1988) aun aa riesgo de estar infringiendo no sé cuántas normas externas e internas. Cuando no tengo un buen día, me lo pongo y me quedo un rato mirando por la ventana. Las cosas tienden, entonces, a mejorar.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

A mí también me gusta más la versión de 1981, de hecho la otra soy incapaz de oirla más de 5 minutos, me pone muy nerviosa... pero para gustos, colores, claro.
Buen fin de semana a todos

Anónimo dijo...

Dr. Malcolm: sabes que, aunque no te comente, te leo todos los días. Pero supongo que hoy no me puedo marchar de rositas.

Una entrada cojonuda (y muy buenos también los links). No conocía esas historias.

Yo llegué a Gould de casualidad, y la verdad es que no recuerdo muy bien por qué. Supongo que llegué a Bach primero, y Gould era "la consecuencia inevitable".

Eran tiempos en que todavía aspiraba a tocar una fuga de Bach, y con el pavo de los diecinueve años me creía que esa lectura de Bach tan anti-retórica y aparentemente anti-romantica era algo verdaderamente revolucionario. Hoy sigo venerando a Bach, y confieso que si pudiera llegar a tocarlo/cantarlo/dirigirlo, iría más por la línea de Gould o Harnoncourt que por la de, digamos, Karajan.

Pero también es verdad que mis gustos han cambiado. Hoy reniego del niñato aquel de diecinueve años que despreciaba a Chopin y que pensaba que todo lo que quedaba entre Bach y Mahler podría arder en la hoguera sin que la humanidad sufriera demasiado. Si hasta pensaba que Mozart era un truño, ¡musiquilla barata para hilo musical de consulta de dentistas!

Eso sí, la esencia permanece: sigo pensando que Britney es el fenómeno musical más grande en la música después de los Beatles. (Por cierto, ¿habéis leido lo de que los herederos de los Beatles quieren demandar a Apple por usar la manzana con lo del Itunes? Creo que Gwyneth Paltrow está acojonada. Su hija es la siguiente...)


Muchas gracias por la dedicatoria.

Julio (un fan de este blog)

Ana Lorenzo dijo...

Bonito artículo el suyo, Dr. Malcolm. Me he hecho un poco lío con la fecha de la grabación que usted prefiere: ¿es de 1981? ¿Es, entonces, del año de su muerte? Entonces no está usted conforme con los que prefieren su etapa más temprana, deduzco, como el primero que aparece en el articulo de LdN que me ha traído hasta aquí.
Voy a ver si logro escuchar las dos versiones.
Un beso.
Pasaré por su consulta, que he visto que ha reabierto tras acordarse de que la tenía ;-)
P. D.: hay una errata en la fecha de la muerte al comienzo del artículo; juraría que se ha cruzado el año con la edad, juraría, pero no sé si jurar.